sábado, 7 de marzo de 2009

Prólogo
La formación y el desarrollo de los recursos humanos basado en un enfoque de
competencia laboral atiende a la valorización de esos recursos y de su capacidad laboral,
entendida ésta como algo más que un conjunto de conocimientos, actitudes y destrezas
naturales o aprendidas.
Tema importante para gobiernos, actores sociales, consumidores, analistas, representa
un conjunto de situaciones problemáticas insertas en ese gran hecho social que es
el mundo de la educación y del trabajo, y debe reconocerse que aún no se ha arribado
a un consenso general acerca del concepto central del tema.
Se pueden establecer, en forma primaria, tres constantes de tal relevancia. Ellas,
por su fuerza histórica, pasan por encima de modas o innovaciones conceptuales y son
válidas para todos los países, sean cuales fueren sus fuerzas, influencias o posiciones
en los diferentes escalones del desarrollo:
i. La formación basada en la competencia laboral adquiere gran parte de su importancia
en una vigorosa corriente del pensamiento social contemporáneo,
internalizada por varias entidades que se relacionan con el trabajo y la educación.
Dirigentes, técnicos y especialistas ponen especial énfasis en la vinculación entre el
desarrollo socioeconómico y la capacidad de la persona humana para construirlo como
insustituible agente de cambio y, naturalmente, como su beneficiario.
En medio de un proceso de grandes transformaciones políticas y económicas, se
concibe un reflorecimiento de los aspectos positivos de la vida, de un escenario donde
–quiméricamente, tal vez– empresas, trabajadores y gobiernos, más que como obligados
contrincantes o mediadores, se presentan como responsables de un funcionamiento
de la producción y de las relaciones laborales centrado en la humanización del trabajo.
ii. Este nuevo enfoque asoma como capaz de llegar, mejor que en el pasado, al
hallazgo de un punto de convergencia entre capacitación y empleo. Vale decir, un
resultado eficiente de los esfuerzos de formación de la mano de obra en su adecuación
a las demandas del mercado de trabajo. Un matiz que importa resaltar: no se trata ya,
o sólo, de crear más puestos de trabajo sino de elevar la calidad de los empleos, como
efecto de una paralela elevación de la calidad y de la capacidad del individuo egresado
de los centros de formación profesional o de las instancias de aprendizaje, reconversión
o perfeccionamiento en las empresas.

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